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Lácteos: blancos ensuciantes

Siguiendo con los productos animales de cría industrial, mención especial para los lácteos y sus derivados. Si bien la fundamentación de su eliminación excede el marco de esta obra [1], una sumatoria de factores son suficiente motivo para considerarlos pilares básicos del ensuciamiento cotidiano y del exceso proteico que acabamos de analizar.

Partiendo de la base que cualquier secreción láctea de mamíferos está específicamente adaptada al neonato de la especie y para nutrirlo hasta el destete, es obvio que resultará poco fisiológica su utilización en la adultez. Y más aún cuando estamos cruzando barrera entre especies, sometiendo al calor y desnaturalizando por medio de procesos industriales. Brevemente citamos algunos aspectos desarrollados en el libro monográfico de referencia, acerca de los aportes cotidianos y abundantes de los lácteos y su profusa cantidad de derivados:

Aportan grasa saturada, aterogénica (precursora de ateromas) y nada saludable. Su contenido (35g por litro) es apenas disminuido (25%) en los productos “descremados” que por apariencia “saludable”, se consumen en mayor cantidad.

Aportan colesterol (161mg diarios en un estadounidense tipo) en su forma más peligrosa: oxicolesterol. Esta molécula reactiva (daña las paredes arteriales) se genera por oxidación en los procesos de deshidratado (leche en polvo) que son obligados y masivos en la economía de escala industrial.

Aportan la reactiva enzima XO (xantino oxidasa), que en estado natural degradan nuestros jugos gástricos, pero que “gracias” a la homogenización industrial (se encapsula en grasa) logra llegar intacta al flujo sanguíneo, generando lesiones en arterias y músculo cardiaco.

Aportan caseína (82% de su proteína), alergénica y mucógena. El resultado son alergias, agotamiento inmune (excesiva generación de IgA), congestión de vías respiratorias (asma, sinusitis), formación de moco colónico, colapso hepático y renal, agotamiento del bazo y del páncreas (diabetes), daños neurológicos (esquizofrenia, autismo, parkinson), etc.

Aportan péptidos opiáceos similares a la morfina (beta casomorfinas, alfa caseína exorfina, etc), que afectan el peristaltismo intestinal (estreñimiento), incitan al consumo de alcaloides estimulantes que neutralicen la apatía resultante (cafeína, teína, mateína), generan obnubilación mental (incapacidad para tomar decisiones) y provocan adicción al consumo lácteo.

Aportan aditivos copiosamente utilizados en los derivados lácteos para estimular el consumo: colorantes, saborizantes, conservantes, emulsionantes, gelificantes, aceites hidrogenados, almidones modificados, azúcares refinados, sal refinada (cloruro de sodio), etc.

Aportan factores de crecimiento (Igf 1) peligrosos en humanos (estimulan el desarrollo tumoral), por el hecho de provenir de otra especie animal y estar concebida para otra función biológica (veloz desarrollo del ternero). Su similitud con la insulina humana y su elevado consumo, la convierte en destacado factor de la resistencia a la insulina.

Aportan escaso calcio en relación al elevado contenido de fósforo (relación 1:1), poco aprovechable en humanos (relación 2,5:1) y generador de inadecuadas calcificaciones (cálculos, cataratas, sobre huesos, calcificación arterial y mamaria, etc) y de fosforosis (fibromialgia, reuma, colapso renal, hiperactividad, DDA, etc).

Aportan un goteo cotidiano de antibióticos, usados en balanceados, veterinaria y procesos industriales. Estos compuestos siguen cumpliendo su función (matar vida) en el interior del organismo, generando disbacteriosis intestinal y desorden de flora (candidiasis crónica, parasitosis).

Aportan un alto contenido de hormonas sintéticas y naturales, que se mimetizan con nuestros mensajeros hormonales, alterando el delicado equilibrio endocrino del cuerpo (andropausia, menopausia), generando resistencia a la insulina (diabetes) y estimulando el desarrollo de tumores mamarios y prostáticos.

Aportan azúcares indigeribles (lactosa) por la natural ausencia de la enzima degradadora (lactasa) en el intestino adulto. Estos compuestos no digeridos generan fermentación, putrefacción intestinal, flatulencia, toxemia, diarrea, inflamación, acidificación sanguínea, cólicos intestinales, etc.

Aportan exceso de vitamina D (20 veces más que la leche materna), compuesto que sintetizamos en cantidad suficiente con apenas 15 minutos diarios de exposición al sol. Dicho exceso genera: depresión inmune, elevados niveles de calcio y fósforo en sangre y orina, mayor absorción de aluminio, estimulación de la enzima XO, problemas cardiovasculares, etc.

Aportan una decidida contribución a la osteoporosis, contrariamente a lo que se declama. Su aporte cálcico no es aprovechable debido al exceso de fósforo, su carga hormonal profundiza el desorden endócrino (andropausia, menopausia) y por ser un alimento acidificante y de uso abundante, obliga al cuerpo a disolver masa ósea para estabilizar el pH sanguíneo [2].

Estimula la permeabilidad de la mucosa intestinal, como natural efecto de toda secreción láctea de mamíferos, a fin que los neonatos no desperdicien una sola gota de su alimento fisiológico y perfecto, que no es precisamente el alimento del adulto.

A modo de resumen podemos decir que la ingesta regular y abundante de lácteos, genera entre otras cosas [3]: tilde inmunológico, desorden intestinal, mineral y hormonal, reacciones alérgicas e inflamatorias, permeabilidad intestinal, colapso hepático y renal, problemas respiratorios y circulatorios, gran aporte de mucosidad congestiva, acidificación corporal, daños neurológicos y endócrinos, estimulo tumoral, obnubilación mental, apatía, adicción, etc.

Más allá de las fundamentadas evidencias científicas expuestas en el libro “Lácteos y Trigo”, el solo hecho de experimentar con 15 días de abstinencia total, y posterior reintroducción, permite obtener la respuesta absolutamente personalizada e inequívoca por parte de cualquier organismo.


[1] Ver detalles y fundamentos en el libro monográfico “Lácteos y Trigo

[2] Ver capítulo 2, apartado “Alcalinidad fisiológica”.

[3] Ver “Enfermedades relacionadas con el consumo de leche” de José Ramón Llorente, Presidente de la Sociedad Española de Nutrición Ortomolecular, en www.dsalud.com y “Cien enfermedades que producen los lácteos” del Dr. Jorge Esteves, en www.holisticamente.com.ar

Extraído del libro «Lácteos y Trigo»

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