ANDARIVEL 6: Claves para sostener una Alimentación Fisiológica
Siendo tan evidente el perjuicio que nos genera una alimentación no fisiológica, surge la pregunta del título. Y la respuesta es simple: porque somos adictos no reconocidos. Aunque suene duro y pueda resultar difícil de entender desde lo racional, todo tiene una explicación.
Pero ante todo es necesario remover condicionamientos muy arraigados en el paradigma dominante y debemos ver como se han ido generando y afianzando en nuestro modo de ver y pensar la realidad. Nuestro objetivo es ayudar en el imprescindible proceso de comprensión, para poder disolver nuestro condicionamiento desde la plena consciencia. Solo así podremos estar libres y en total dominio de nuestros actos, haciendo sustentable en el tiempo el indispensable proceso depurativo. Si no logramos resolver el trasfondo adictivo, el orden interno será imposible.
En el centro de la escena, encontramos las adicciones alimentarias, fenómeno que recién ahora comienza a ser considerado en algunos ámbitos de avanzada, pero que es totalmente ignorado a nivel popular. En el imaginario colectivo, el término adicciones está más bien relacionado a drogas, bebidas y criminalidad.
Tal como ocurriera con el cigarrillo o el alcohol (bien visto en sus inicios), lentamente comienza a entenderse el trasfondo adictivo que envuelve a la comida. Al comienzo se pensó (y se sigue pensando) en que las personas se aferraban a la comida por una cuestión psicológica (descarga o compensación emocional). Pero recién ahora comienza a “caer la ficha” sobre las verdaderas cuestiones físico químicas que forjan la relación enfermiza y adictiva con el alimento cotidiano.
Y también ahora comenzamos a entender porqué el ser humano incorporó a su cultura alimentos que en un momento le sirvieron para la supervivencia evolutiva. El trasfondo adictivo permite entender cómo inconscientemente se reforzaron en nuestro acerbo nutricio alimentos no fisiológicos como carnes, lácteos, almidones y azúcares. A pesar de no aportar nutrientes esenciales, que no podamos obtener mediante elementos fisiológicos (frutas, hortalizas, semillas), aquellos alimentos de subsistencia quedaron incorporados a las diferentes tradiciones culturales. Y con ellos, sus consecuencias, siempre proporcionales a su incidencia dietaria.
Esta comprensión nos lleva a entender mejor cómo y por qué nos aferramos a excusas mentales que justifican lo “injustificable”. Socialmente homologamos una serie de comportamientos irracionales, que incluso la ciencia ayuda a convalidar. De ese modo se va instalando y reforzando un nefasto paradigma que dificulta los cambios, tanto a nivel personal como social.
Todo ello da lugar a la generación de miedos y la instalación de mitos, que paralizan los imperiosos cambios de actitud frente al problema. Por ello consideramos necesario ocuparnos de estas cuestiones en el contexto de este trabajo, destinado justamente a estimular cambios trascendentes y sanadores, para nosotros y para la sociedad en su conjunto.
Por cierto no resulta fácil modificar hábitos y condicionamientos culturales, que seguramente venimos arrastrando desde la infancia. Y que se han ido reforzando a causa del “facilismo” inducido por la sencilla accesibilidad y la practicidad de los alimentos industrializados, cuidadosamente manipulados para resultar atractivos al paladar y cómodos de usar.
Resulta también innegable la influencia del cambio de roles (social y laboral), que nos ha llevado a dejar la cocina en “piloto automático” o en manos del “delivery” y el microondas. La familia se ha atomizado, la mujer está menos en el hogar y no hay quién ocupe el rol rector del “ama de casa”. En base a estas nuevas necesidades, se ha montado una industria “amablemente” dispuesta a “solucionar problemas”.
Solemos escuchar: “la alimentación moderna es tan fácil, práctica y rica!!!”. Sí, pero no intente hacer un balance sobre los costos ocultos de lo “práctico y sabroso”. Allí debemos incluir todo lo gastado (tiempo y plata) en estudios, tratamientos y medicación obligada; sin olvidar lo más importante: la mediocre calidad de vida que nos impide gozar de la natural plenitud. Un precio demasiado alto. ¿No le parece?
Las adicciones y sus consecuencias
Pero no solo la comodidad y el placer sensorio fundamentan nuestra “debilidad” ante los cambios de hábitos alimentarios. Es aquí donde entra en juego el rol de las adicciones, mecanismo responsable de inconscientes reacciones que racionalmente intentamos justificar de diversas formas.
Aquello que ingerimos cotidianamente, tiene una gran influencia sobre nuestro estado físico y mental. Es fácil observar como se ha incrementado el estado de apatía social en las últimas décadas. Junto a la obesidad, ha ido creciendo ese letargo colectivo, que nos impide establecer prioridades y nos hace privilegiar cosas banales respecto a temas trascendentes, como la buena salud.
¿Por qué será que tanta gente no puede corregir nocivos hábitos alimentarios? Es sorprendente saber que insospechados alimentos cotidianos son responsables de esta tendencia, reforzando la adicción por ellos mismos. Sabemos que al consumir morfina, uno se vuelve lento, apático y adicto. Esto sucede porque la morfina es una sustancia opioide. ¿Por qué somos sensibles a dichas sustancias? Porque nuestro cuerpo (sobre todo el encéfalo) posee receptores para estos péptidos opioides. ¿Por qué? Porque nosotros los producimos en caso de necesidad.
Los opiáceos alimentarios
En nuestro organismo tenemos receptores cerebrales para importantes moléculas endógenas, llamadas endorfinas. Las generamos cuando debemos escapar de algún peligro, nos encontramos heridos o necesitamos condiciones especiales para sobreponernos a ciertas exigencias. Las endorfinas generan efectos placenteros, incrementan la resistencia física, provocan euforia, tienen poder analgésico… y también resultan adictivas.
Por cierto no somos los únicos seres vivos generadores de este tipo de moléculas; también los animales y las plantas las generan internamente para distintos fines. Encontramos péptidos opiáceos (nombre técnico) en la secreción láctea de los mamíferos y en algunos vegetales alimentarios, como el trigo o la papa.
Los opiáceos cumplen un papel esencial en la cría de los mamíferos y están presentes en todas las especies. Terneros y bebés reciben sus primeras exorfinas con las mamadas iniciales. Esto genera en el neonato una dependencia hacia la madre y un estímulo a consumir alimento. Además lo tranquiliza y lo duerme, cosa sencillamente comprobable en la reacción de los lactantes luego de mamar.
Estos péptidos opiáceos, además de asegurar la ingesta de nutrientes por parte del neonato y garantizar su descanso (modo de asegurar la rápida multiplicación celular), cumplen otra función clave. Dado que el bebé está recibiendo un alimento altamente especializado y específico, la Naturaleza crea mecanismos para aprovechar al máximo este nutriente perfecto. Por ello, los péptidos opiáceos de la leche incrementan la permeabilidad intestinal, o sea “abren” la malla filtrante (la mucosa) para que no se desperdicie una sola gota de la valiosa secreción láctea materna.
Si bien la mucosa intestinal está diseñada para evitar el paso de alimentos no digeridos o sustancias tóxicas, al ser la leche materna un alimento perfecto y totalmente digerible, el neonato no corre riesgos. Por ello, la mucosa se hace más permeable, a fin de no desperdiciar una sola gota de este nutriente vital, asegurando la absorción de los factores de crecimiento presentes en la leche materna. Pero lejos de consumir nuestro alimento originario y fisiológico, los adultos estamos expuestos a gran cantidad de sustancias tóxicas e inconvenientes. Esta es una de las razones naturales por la cual los neonatos mamíferos dejan de consumir secreciones lácteas tras el destete… y menos aún de otra especie.
También algunos vegetales sintetizan moléculas opiáceas, a fin de defenderse de sus enemigos. Es el caso del trigo, cereal dotado de péptidos que adormecen a sus predadores. Una sola molécula proteica de gluten hallada en el trigo, contiene 15 unidades de un particular péptido opioide. El gluten del trigo contiene un número de opiáceos extremadamente potentes. Algunas de estas moléculas son incluso 100 veces más poderosas que la morfina.
Los sacerdotes del antiguo Egipto utilizaban al trigo para alucinar, y lo empleaban en los vendajes, para disminuir el dolor provocado por las heridas. Los emperadores romanos sabían que el pueblo no se rebelaría mientras tuviera pan y entretenimiento.
Todos los productos derivados del trigo contienen péptidos opioides: pan, pasta, pizza, galletas, tortas, empanadas, tartas, etc. Al padecer un dolor dental, se puede masticar pan durante 10 minutos a fin de aliviar el dolor, con lo cual se comprueba su potencia anestésica.
La Naturaleza no se equivoca y todo funciona correctamente… en sus ámbitos naturales. El problema es cuando ingerimos estos opiáceos y lo hacemos en grandes volúmenes diarios. Los científicos los bautizaron como exorfinas, al ser estructuras (como la morfina) que se producen fuera del organismo. Dado que poseemos receptores para estas moléculas, las asimilamos perfectamente, tal como hacemos con nuestras endorfinas. Y nos generan lo que naturalmente deben generar…
El principal problema de los péptidos opiáceos se visualiza en la función intestinal. Por un lado, la capacidad adormecedora de estas sustancias, “anestesia” vellosidades y paredes intestinales, generando estreñimiento y constipación. Es sencillo constatar la masificación de este padecimiento (el famoso “tránsito lento” femenino) y las graves consecuencias que genera, como desencadenante del “ensuciamiento” corporal.
Por otra parte, el incremento de la permeabilidad intestinal es algo que potencia y “garantiza” el problema. Los alimentos no digeridos y las sustancias tóxicas, se frenan y se descomponen, por efecto del estreñimiento, mientras que la mayor permeabilidad facilita su rápido ingreso al flujo sanguíneo.
A todo esto se agregan los compuestos adictivos generados por la cocción de los alimentos (betacarbolinas similares a las del humo del cigarrillo), benzodiacepinas (principio activo de conocidos tranquilizantes farmacológicos, naturalmente aportados por papas y cereales), sustancias similares a la marihuana (endocanabinoides) generados endógenamente ante el consumo de alimentos populares como las papas fritas, xantinas con similar efecto a la cafeína generadas por la cocción de la proteína animal, aditivos “adictivos” (glutamato monosódico) que industrialmente se adicionan a productos de consumo masivo para “fidelizar” al consumidor, etc, etc, etc… (Ver informe completo en www.espaciodepurativo.com.ar)
Los aditivos «adictivos»
No es casualidad que en muchos alimentos (incluso derivados cárnicos y saborizantes) figuren entre sus ingredientes, proteínas de leche y trigo; estos aditivos garantizan “fidelidad al consumo”, tal como promocionan los fabricantes de dichos “adictivos”, basados justamente en proteínas de trigo y lácteos. Además de generar apatía, adormecimiento y lentitud, los alimentos que contienen opiáceos son difíciles de abandonar. Personas que dejan de consumir lácteos y trigo, sufren al inicio los mismos síntomas del síndrome de abstinencia que protagoniza un adicto a las drogas: temblor en las manos, irritabilidad, sensación de vacío…
Las mujeres son más vulnerables a estas adicciones, en parte porque son más sensibles al dolor, en parte porque sufren más en situaciones de estrés debido a efectos hormonales. Por esta razón manejan habitualmente dosis más altas de analgésicos opioides y tienen mayores dificultades para resolver dicha dependencia.
Para compensar el efecto de enlentecimiento mental que generan los opiáceos alimentarios, las personas se vuelcan al consumo de estimulantes (cafeína, mateína, teína, azúcar, taurina y otras yerbas), acompañantes infaltables en el consumo de los opiáceos alimentarios. Lejos de resolver el problema, este acoplamiento determina hábitos poco saludables, que sin embargo son socialmente bien aceptados.
Como superar esto
Un estudio publicado en The Journal Obesity mostró que cuando se lleva una alimentación alta en azúcares y cereales, el azúcar se metaboliza en grasa (es almacenada como grasa en las células grasas), que a su vez se libera en forma de leptina (hormona que se encarga de los receptores de sabor en su lengua, aumentando o reduciendo el deseo por alimentos dulces). Con el tiempo, si uno se expone mucho a la leptina, se volverá resistente a ella (del mismo modo como puede volverse resistente a la insulina) y el cuerpo ya no “escuchará” los mensajes que le dicen que pare de comer, seguirá sintiendo hambre y almacenará más grasa.
Entonces, “limpiar” el paladar de cereales y azúcares para eliminar la respuesta aprendida sobre estos alimentos, resulta clave para acabar con la adicción. Y para ello nos puede ayudar una Nutrición Vitalizante, ya que el alimento vivo tiene esa capacidad.
En la conducta adictiva también juega un papel importante la percepción de la realidad. Cuando leemos la realidad en forma distorsionada (a causa del colapso hepático que condiciona nuestra respuesta emocional) y vemos al vaso “medio vacío” en lugar de “medio lleno”, es obvio que tendemos consciente o inconscientemente a llenar ese vacío (irreal). Si uno percibe su vida como algo “chato” o “gris”, es natural como mecanismo de supervivencia, buscar algo que le dé “brillo y color”. Algunos lo logran mediante la tarjeta de crédito, el sexo, el alcohol, el poder o las drogas. Otros lo resuelven a través de la comida.
Socialmente bien visto, legal y profusamente estimulado, el alimento se convierte en aquello que “le da sentido y valor a la vida”. En contrapartida, los testimonios de las personas que llevan a término su limpieza hepática profunda, coinciden en señalar “como no me había dado cuenta que el vaso siempre estuvo medio lleno y yo estuve siempre completo, sin necesidad de rellenos externos” ó “ahora es fácil tomar las riendas de mi vida, sin depender de nada”. Son todas evidencias sobre la necesidad de ver en forma integrada el trabajo de reordenamiento corporal, como condición necesaria para resolver nuestros problemas crónicos, a partir de una correcta percepción de la realidad. Y para ello tenemos a disposición los andariveles del Proceso Depurativo.
Ver informe completo en www.procesodepurativo.com.ar